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Fecha: 08 octubre 2021 14:56

Canalizar el dolor


Aprendimos a anular el dolor.
Si el/la niñ@ se golpea, automáticamente el adulto lo incita a desconocer el dolor “vamos, vamos, no pasó nada”.
Si llora porque esta triste, el adulto se incomoda “no llores, ya está”.
Si manifiesta miedo minimiza su temor y hasta lo avergüenza “dale, no seas cobarde”.
Si muestra enojo o descontento lo reprime y castiga.
Así de adultos nos convertimos en incapaces de conectarnos con el dolor y tolerarlo: tomar analgésicos, anestesiar las sensaciones, distraer la atención, ir hacia afuera en lugar de hacia adentro.
Sabemos que algo duele pero no podemos describirlo o identificarlo, porque nunca aprendimos a darle lugar para observarlo.
Huimos del dolor y está bien, es nuestro instinto de supervivencia, en la vida nos guiamos por atracción o rechazo.
Pero el dolor es un gran maestro, los mayores aprendizajes nacen de él, las metamorfosis son dolorosas, es una gran fuente de inspiración y creatividad.
Permitirnos observar nuestro dolor, conectarnos con él y drenarlo, integrarlo, hablarlo, llorarlo, gritarlo, escribirlo, pintarlo, ponerle melodía, expresarlo.
Sin juzgarlo, simplemente dejarlo ser.
Hasta sentir la liviandad y libertad de dejar de negar y resistir a él, de aceptarlo, aprender y cambiar.
Sanar.

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La tendencia natural es al desequilibrio. Establecerse en Swastha, en Yoga, en Ser, unidad, armonía, salud, requiere atención plena y cambio constante. Para eso es necesario saber hacia donde no ir y tener la voluntad o el prana para redireccionar.

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